martes, 5 de octubre de 2010

La Fiebre de la Campaña Electoral

Los procesos febriles son producto de enfermedades. Esta aseveración parece ser una regla general aplicable inclusive a procesos sociopolíticos como los que vivimos en las recientes elecciones municipales y regionales.

Parece inverosímil de que las autoridades que ascenderán a los sillones municipales de nuestra provincia, carecen de aceptación social mayoritaria. La Ley Orgánica de Elecciones debiera filtrar la inscripción de tantos partidos políticos que dispersan la opción electoral y restan legitimidad a la autoridad electa.

Ello demuestra la fragilidad de este sistema de elección que sin duda requiere pulirse y afinarse en muchas de sus aristas.

Como por ejemplo, el de exigir un nivel de formación básico para la postulación a un cargo público, de acuerdo a la envergadura de la responsabilidad, debiera existir un requisito mínimo de formación profesional o capacitación técnica para el trabajo de servidor público. Si analizamos a los candidatos en un buen porcentaje de las diversas circunscripciones de nuestro país, observaremos que los que tuvieron mayor votación no ostentan formación profesional alguna. Y lo más crítico, tampoco la población electoral valoró apropiadamente el nivel educativo de los candidatos; siendo éste un aspecto poco relevante a la hora de emitir su voto.

Los cuestionamientos de orden ético moral tampoco fueron obstáculo, en todo nivel debiera prohibirse la exhibición y publicación de material audio-visual que denigre la condición de la persona, siendo de carácter obligatorio no sólo el cumplimiento de un pacto ético-moral, sino también del establecimiento de sanciones ejemplares a los medios que divulgan tal material vejatorio.

Otra cuestión vergonzante es que en la época del tercer milenio, en la era digital; aún permanezcamos con un sistema de conteo tan desfasado que producen suspicias y sospechas de fraude electoral.

Y frente a las elecciones presidenciales que se avecinan, emerge de nuestra realidad folklórica y farandulera, una suerte de comparsa de ilustres anónimos, osados aventureros políticos e impunes demagogos que salen a la luz con la esperanza de ser elegidos para ejercer el tan ambicionado poder político.

Lo cierto es que ante esta febril realidad política bulle una supérstite desinformación que debemos corregir con urgencia para no repetir errores irreparables a la hora de emitir nuestro voto: escuchar, leer, conocer las propuestas y las hojas de vida de los candidatos son vitales para efectuar un voto consciente, es la única alternativa para hacer la política una herramienta eficaz para alcanzar el desarrollo social de nuestro País.

Estas son algunas reflexiones de lo que nuestra realidad demuestra.